martes, 5 de abril de 2016

Edulcorantes: ¿que sabes de la stevia, el aspartamo y de la sacarina?



A partir de la famosa Cocacola de lata verde, en europa se está empezando a conocer una nueva sustancia edulcorante, la stevia.
Pero, ¿qué es la stevia, y en qué se diferencia de los demás edulcorantes del mercado?

La stevia es una sustancia natural producida por la Stevia Rebaudiana, una planta nativa de la zona tropical de Suramérica, concretamente de Paraguay, y cuyo nombre viene de su descubridor, Jaime Esteve, un botánico español del siglo XVI (1500 – 1556). Durante siglos se utilizó como edulcorante natural, siendo hasta 300 veces más potente como edulcorante que el azúcar, y sin los efectos perjudiciales para el organismo que ésta entraña. Curiosamente, se ignoró su uso y propiedades hasta prácticamente el siglo XX, donde se retomó su estudio y se empezó a analizar su utilidad y su uso fundamentalmente como edulcorante, en prácticamente todo tipo de presentaciones: desde polvo estilo azúcar, hasta gotas y comprimidos como la sacarina. Ahora bien, su uso de esta manera implica el paso por los procesos químicos necesarios para la extracción de la molécula de la planta y su posterior concentración. Por poner un ejemplo, como la extracción del petróleo y su conversión en gasolina.


Hasta aquí, todo lo bonito: la parte mala… algunos estudios revelan que en exceso puede provocar infertilidad, pero no hay estudios válidos ni concluyentes aseverando ni refutando esta conclusión. En cualquier caso, se indica que de haber efectos contraproducentes, es sólo en excesos. Un consumo normal no debería producir problemas.

El aspartamo, en cambio, es una sustancia totalmente química, descubierta accidentalmente por una empresa farmacéutica que fue posteriormente adquirida por la compañía Monsanto, que comercializó el descubrimiento. Pocos años después expiró la patente del laboratorio, y fueron varias las compañías que continuaron su comercialización, como por ejemplo Natreen o Canderel.  El aspartamo tiene una capacidad edulcorante de unas 150 a 200 veces la del azúcar. Se puede identificar el aspartamo en los productos comercializados por su código E-951 en Europa.


Con el aspartamo pasa lo mismo que con la stevia: hay estudios indicando que podría ser cancerígeno, pero tacharon estos estudios de deficientes y escasos de rigor científico. Por ahora su uso se considera totalmente seguro por la Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria (EFSA).
 
El tercer edulcorante en uso en el mercado es la sacarina. Si el aspartamo ya echa un poco para atrás al saber que es un compuesto totalmente químico, la sacarina se obtiene directamente del petróleo, creada concretamente a raíz de unos experimentos del Siglo XIX, en 1878, con derivados del alquitrán de hulla. Como edulcorante se ha utilizado prácticamente durante todo el Siglo XX.Se identifica en los productos por el código E-954.  Su poder edulcorante es inferior al del aspartamo y la stevia, y además deja un regusto amargo, que suele tratar de enmascararse con otras sustancias. Estos dos últimos puntos son los que hace que la sacarina esté perdiendo ventas frente a sus competidores.


Además, y para rematar la faena, aunque se ha demostrado que no puede llegar a ser cancerígena, si se ha demostrado que en altas dosis puede causar irritación de la vejiga.

En general, se puede decir que, dejando al margen las preferencias sobre qué edulcorante utilizar, los tres son seguros.
Pero también empiezan a aparecer estudios relacionando el uso de los edulcorantes, en general, con la aparición de diabetes tipo II. En ESTE enlace tienes uno de ellos. Básicamente, lo que vienen a indicar estos estudios es que el cerebro, al percibir azúcares, inicie los procesos para preparar al organismo para su asimilación. Pero con el tiempo y el uso continuado de edulcorantes, se pueden dar dos situaciones: por una parte que el cuerpo pida azúcar, provocándonos un comportamiento ansioso y una necesidad por el dulce que podría modificar nuestra dieta inconscientemente. Por otra parte, que el cuerpo vaya haciéndose progresivamente intolerante a la glucosa, llegando al mismo resultado.

La conclusión es: come normal, y no te preocupes por los azúcares más allá de lo normal. Ni te atiborres a donuts glaseados, ni evites totalmente los azúcares naturales. El cuerpo está preparado para asimilarlos, y como con todo, una completa carencia de ellos es tan malo como un abuso.

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